Vivimos en la época de la inmediatez, de la compra on line, de las apps que inundan las pantallas de nuestros teléfonos móviles, para que todo sea más rápido, lo queremos aquí y ahora, y parece que el mundo puede llegar a girar más rápido.
¿Y si pudiésemos apretar un botón que planificase la llegada de Jesús? Sin duda encajaría mejor en nuestras agendas, planearíamos el momento exacto para que no coincidiese nunca con exámenes, con aquella reunión importante, con aquella tarea interminable… En el fondo, no deja de estar previamente organizado: primera semana de adviento, segunda semana, … Nochebuena, y por fin, Navidad.
Frente a ello, se presenta el Adviento, una denominación, un nombre específico para indicar “tiempo de espera”. ¿Es realmente necesario? A estas alturas, en pleno siglo XXI, ¿sigue teniendo sentido? ¿tiene sentido para cada uno de nosotros volver a “preparar el corazón” cada año?
Las respuestas a estas preguntas no son fáciles, en el fondo depende de cómo queramos vivir, y no sólo la llegada de Jesús cada Navidad, sino como queramos VIVIR, así, con mayúsculas. El Adviento es una invitación a vivir de verdad, a sentir mejor, a querer con el alma, a buscar en cada persona una llamada a construir un mundo que se cae a pedazos.
Jesús nos propone que no nos crucemos de brazos, que no miremos para otro lado, y que este tiempo sea una nueva oportunidad de descubrir que seguirle vale la pena, porque llena el corazón. Nos invita a mirar más allá de las luces, del adorno festivo… hacer de nuestra vida testimonio de su mensaje, y recibirle como Mesías vivo que vuelve al encuentro con nosotros.
Hagamos de este tiempo de espera un tiempo para descubrir QUIÉN pasa.
V.A.