“Esta noche, es Nochebuena y mañana Navidad…” ¿Cuántos años hemos escuchado este villancico en torno a una mesa?, ¿cuántas veces tenemos la oportunidad de ver a aquellos familiares que, tal vez al vivir lejos, no están presentes a diario?, ¿cuántas anécdotas familiares se suelen contar año tras año en cada familia? Seguro que alguno de vosotros se puede sentir identificado ante esta situación: una mesa, familia, música, comida, risas, alegría… en definitiva, encuentro y familia. Somos unos auténticos afortunados, ¿verdad?
Algunos podréis incluso pensar o sentir que este año la Navidad ya no está, al fin y al cabo, ya no habrá nada de todo esto, ni cenas, ni canciones, ni anécdotas… algunos tal vez sentís incluso que no tiene sentido celebrarla. Está claro que hoy tendremos una Nochebuena diferente, pero sigue siendo Navidad ¿no? Y vamos a celebrarla más que nunca.
Nos encontramos con unos días que nos ofrecen volver a sentir lo que de verdad importa, y es que, aunque nos cueste, tenemos una oportunidad para Sentir la esencia de la Navidad.
Una Navidad con un poco más de Silencio y Profundidad, como la primera hace ya algunos cientos de años. Una Navidad en la que vuelve a resurgir la humildad como uno de los elementos centrales, sin tanto jaleo ni ruido externo, pero con más Corazón, más Sentido y más Verdad. Una Navidad que se encuentra y se reconoce en los pequeños detalles, en los pequeños encuentros, llamadas, gestos… en la vida del día a día rodeados de aquellos que queremos, o en la distancia con aquellos que seguro queremos más y más.
El Papa Francisco en su catequesis de ayer miércoles 23 de diciembre, nos invitó a convertirnos un poco en niños para poder contemplar con sus ojos el milagro de la Natividad; un milagro que nos muestra el camino de la ternura para estar cerca de Jesús y de todos aquellos que nos necesitan.
Esta Navidad, Dios se nos ofrece de nuevo, pequeño, débil, inocente, pobre, rodeado de pura sencillez, ofreciéndonos el auténtico regalo que es la Navidad, el regalo de la VIDA. Dios este año, tal vez más que nunca, se hace presente en cada uno de nosotros para intentar hacer un poco más felices a los demás, para sonreírnos, aunque no veamos las sonrisas, para abrazarnos, aunque sea a distancia, para escucharnos, con suerte a metro y medio…otros a cientos de kilómetros… Este año vamos a compartir de verdad lo que somos, vamos a sentirnos como Jesús en su pesebre, vulnerables, emocionados, pero siempre acompañados.
Por eso yo os digo, disfrutad de todos y cada uno de los momentos que tengáis esta Navidad, sonreíd, alegraos, compartid, soñad, con más o menos compañía, en casa con la familia o en la distancia, con mascarilla, con hidrogel… no importa, cerrad los ojos y contemplad con la pureza de los niños el milagro de Belén, sentid estos días la verdadera Navidad.
Yo voy a celebrar la Navidad. Y tú… ¿te animas?