Ha llegado marzo y con él un sinfín de pensamientos han tomado nuestras cabezas. Esto no es ninguna casualidad, hace exactamente un año que pausaron nuestras vidas dejando como única seguridad la incertidumbre del futuro que íbamos a tener que afrontar. Después de un año viviendo en esta nueva realidad da la sensación que nunca antes hayamos vivido de otra forma. Ver las caras completas de las personas que pasean por nuestro lado, abrazar a amigos que hacía tiempo que no veías, besar a nuestros abuelos cada semana a la hora de comer, pensar en el campamento de verano de este año e imaginar cómo será el reencuentro con nuestros amigos dispersos por toda España; estas son algunas de las cosas que desde hace un año han desaparecido de nuestras vidas y que a día de hoy anhelamos que vuelvan.
En el mundo actual que vivimos se premia el individualismo y el egoísmo, pero pese a esto hemos conseguido una sociedad unida, atenta y con ganas de ponerse en marcha y ayudar a todo el que lo necesita, todo ello por un objetivo común, la salud.
Hace un año la incertidumbre nos abrumaba, pero también lo hacía el orgullo por nuestros sanitarios, el agradecimiento hacia las personas que trabajaban en establecimientos de primera necesidad, el amor hacia todos los educadores que decidieron adaptarse y seguir educando a las generaciones futuras. Por todo esto nunca se debe olvidar todo lo pasado, para poder construir algo mejor y crear un nuevo paradigma donde se brinde el bienestar colectivo y la unión de todos los individuos. Porque como dice la canción “Amar y más amar, porque el amor todo lo vence, pedir sin cesar este amor”, el amor puede con todo incluso con esta pandemia.