El pasado sábado 5 de febrero, los grupos ACI, tuvimos la suerte de ser invitados a una ceremonia muy especial para nuestra Congregación. Los restos de la Madre Pilar, que había permanecido durante años en Valladolid, fueron trasladados a la Iglesia de Martínez Campos.
En ella estaba representada toda la universalidad ACI. Además de todas las hermanas que estaban reunidas en la Congregación General XXI, había representantes de los colegios, de la familia ACI, grupos de Antiguas de otros coles, la Fundación ACI… Y, no podíamos faltar, los Grupos ACI.
Los días previos a este evento, cuando hablaba por teléfono con algunos monitores, nos sentíamos un tanto confusos con la situación, no entendíamos y casi nos llegábamos a indignar en nuestras conversaciones. ¿Cómo la Madre de Pilar, después de haber estado tanto tiempo enfadada con su hermana por la construcción de esta iglesia, iba a terminar en ella? Si ni siquiera había querido hacer los votos en esta iglesia, ¿Cómo se les había ocurrido enterrarla ahí? ¡Ay, si la Madre Pilar levantara la cabeza…!
Tan sólo han pasado unos días de aquello y ahora me parece divertido pensar en la indignación y el desconcierto que aquel acto nos estaba generando.
La realidad es que , una vez allí, y tras una Eucaristía muy emotiva, comprendimos todo. La Madre Pilar volvía a su origen. A la primitiva casa que encontró para poder instalar a la primera Comunidad. Volvía a la reconciliación con su hermana. Como el hijo pródigo que se reencuentra con su familia. Volvía al abrazo más esperado entre ambas Fundadoras y volvía a casa, con sus hermanas que, emocionadas, celebraban este reencuentro.
Una vez más, un acto que de primeras nos parecía de los más desconcertante, lo vivimos en primera persona y nos da una lección de vida brutal.
Personalmente, doy las grACIas por invitarme a este acto. Fue un lujo celebrar con vosotras algo tan especial para la Congregación. Poder ver (aunque fuese de lejos) a hermanas que llevábamos años sin ver. Y vivir a la Madre Pilar más de cerca, comprendiéndola y queriéndola, como lo hizo Sta. Rafaela.
Jose Mesa (Entrevías)