Con Marzo comenzamos la Cuaresma, cuarenta días desde el Miércoles de Ceniza. Un tiempo de cambio, de oración, de reflexión, de búsqueda, de conversión. Un tiempo para arrepentirnos de nuestros errores, para reconocer aquellas cosas que no hacemos del todo bien y que deseamos cambiar para ser mejores personas.
Tal y como nos dice el Papa Francisco “La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”.
El Papa nos llama a la reflexión mediante la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (Lc 16, 19-31). De esta manera, nos presenta tres claves para entender cómo hemos de alcanzar la verdadera felicidad.
- El otro es un don.
“La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido. La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil. Pero para hacer esto hay que tomar en serio también lo que el Evangelio nos revela acerca del hombre rico.”
- El pecado nos ciega.
La parábola nos presenta a un hombre rico que viste como si fuera el más poderoso, pero que en el fondo resulta ser un hombre más. Una persona que se esconde tras la apariencia y se basa en la exterioridad. “Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor no merecen su atención. El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera: el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación”. Así pues, lo material muchas veces no nos deja ver más allá y hace que no veamos a quien realmente nos necesita.
- La Palabra es un don.
La parábola del rico y el pobre Lázaro nos ensaña cómo hemos de prepararnos para la Pascua. De esta manera descubrimos “el verdadero problema del rico: la raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo”. Por ello, el miércoles de ceniza con la imposición de la ceniza se pronuncian las siguientes palabras: polvo eres y en polvo te convertirás. Esto significa que «sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él» (1 Tm 6,7).
De esta manera, el Papa nos invita a estar atentos a los más débiles y aquellos que más nos necesitan descubriendo en este tiempo la Palabra de Dios.