No hay nada más bonito y sobrecogedor que la felicidad que genera un recién nacido en una familia. Durante las semanas previas se quiere tener todo preparado, la habitación, la ropita, la cuna… y el deseo de que al fin nazca va marcando todos los minutos. En ese tiempo te vas haciendo consciente de que nuestras vidas van a cambiar radicalmente porque ya no vas a mirar sólo por tus ojos, vas a ver también por los ojos de ese niño que cuando te mire te va a devolver esa mirada inocente, llena de bondad, esa mirada dispuesta a descubrir y maravillarse con la creación.
Para mí eso es el adviento. Es el ir adecuando mi corazón, limpiándolo, sacando los trastos viejos o inservibles, y hacer en él un hogar para que el Niño nazca. Pero sobre todo es desear que lo trasforme todo nuevo para que «reaprenda» a mirarle y mirar a la creación con su mirada inocente y bondadosa, que ilumina y pacifica.
Esto me lleva a querer hacer felices a todos lo que me rodean (mi familia, amigos, compañeros de trabajo) y vivir con verdadera alegría la Navidad. También me lleva a preguntarme ¿Cómo puedo pasar tanta luz, SU LUZ ? y, sobre todo, ¿Cómo dejarme afectar por Él y por toda la realidad que nos rodea y seguir buscando qué caminos me llevan a Él y a Belén para adorarle?
Este adviento buscaré ratitos para acercarme y adorar a Jesús en la Eucaristía…
L.H.
Grupos ACI Coruña