¡¡¡Feliz Pascua de Resurrección!!!
El Papa Francisco nos da una bendición especial:
«El anuncio gozoso de la Pascua: Jesús, el crucificado, «no está aquí, ¡ha resucitado!» (Mt 28,6) El Señor, que sufrió el abandono de sus discípulos, una condena injusta… nos hace ahora partícipes de su vida inmortal, y nos concede su mirada de ternura y compasión hacia los hambrientos y sedientos, los extranjeros y los encarcelados, los marginados, las víctimas del abuso y la violencia.
Cristo resucitado indica caminos de esperanza a la Siria, un país con su triste rastro de destrucción, muerte, desprecio por el derecho humanitario y la desintegración de la convivencia civil. Encomendamos al poder del Señor resucitado las conversaciones en curso… Que el mensaje de vida, aleje la dureza de nuestro corazón…
Que el rostro de Cristo fomente la convivencia entre israelíes y palestinos en Tierra Santa…
Que el Señor Jesús, nuestra paz (cf. Ef 2,14), que con su resurrección ha vencido el mal y el pecado, avive nuestra cercanía a las víctimas del terrorismo… en diferentes partes del mundo (Bélgica, Turquía, Nigeria, Chad, Camerún y Costa de Marfil; y las perspectivas de paz en África (Burundi, Mozambique, la República Democrática del Congo y en Sudán del Sur)…. sobre el pueblo venezolano…
Que la cita de la próxima Cumbre Mundial Humanitaria no deje de poner en el centro a la persona humana…
Que, en este día glorioso, «goce también la tierra, inundada de tanta claridad» (Pregón pascual), aunque sea tan maltratada y vilipendiada por una explotación ávida de ganancias, que altera el equilibrio de la naturaleza.
… a los jóvenes, … las palabras del Señor resucitado: «Mira, hago nuevas todas las cosas… al que tenga sed yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente» (Ap 21,5-6). Que este mensaje de Jesús nos ayude a todos nosotros a reanudar con mayor vigor la construcción de caminos de reconciliación con Dios y con los hermanos.
Que pueda resonar en vuestros corazones, en vuestras familias y comunidades el anuncio de la Resurrección, acompañado de la calurosa luz de la presencia de Jesús vivo: presencia que ilumina, reconforta, perdona, sosiega… Cristo ha vencido el mal en la raíz: es la Puerta de la salvación, abierta de par en par para que cada uno pueda encontrar misericordia.